
A propósito de medidas drásticas y sacadas al parecer de los libretos meramente declarativos acostumbrados con los que se ha tratado de paliar siempre el tema de seguridad ciudadana que puedan marcar una posibilidad de éxito distinta en la lucha contra ese flagelo, tal como señala el periodista Gustavo Gorriti en una reciente publicación en el semanario Caretas: lo importante de todo proyecto de lucha contra un flagelo es detectar las causas del deterioro de esa contienda y sin remordimientos llamar a las cosas por su nombre cuando se hace una evaluación de prioridades en las medidas a tomar.
Una de las causas afrontadas, la recuperación de efectivos para suplir ausencias notorias en las calles que en definitiva servirá para darle una mayor dificultad de acción a las hordas delincuenciales, es una acertada medida que hasta podemos aplaudir si no fuera porque sabemos que hay un problema mayor todavía sin hacer frente y que en definitiva es la principal causa del porqué de los índices del delito y su tendencia ascendente; y eso se llama haber desterrado la mística y toda su capacidad de ensimismamiento y obsesión que requiere afrontar una epidemia que en definitiva necesita de grados de connivencia para mantenerse a flote y dar claros indicios de amenaza de estados de violencia conocidos en otras latitudes del planeta.
Un análisis simple nos dice que la principal fuente de corrupción e incitación a la violencia es el uso y manejo de drogas en nuestras calles y eso no debe estar ausente de toda medida que se pretenda implantar conexa a ese incremento de personal reciente. Lamentablemente para nosotros, estando el Perú hoy a la cima tanto de la producción de hoja de coca para uso ilegal como de estupefacientes y su exportación a través de los carteles de la droga, no tenemos espacio para más especulación y hacer una prueba de equilibrio en la balanza máxime si nuestra cuota de incautación es pobrísima (5% comparado al 50% de Colombia). Por un lado, poner todos los trapitos sucios entre los cuales no pasar desapercibidas las coimas, los contubernios y otras taras conocidas y sustentadas por la propia sociedad; y en el otro poner casos emblemáticos de campañas "focalizadas" exitosas en el combate para la desarticulación de determinadas bandas criminales o de cabecillas perniciosos que, llama la atención, no se de hoy en día con los capos de la droga.
Que encontraremos de común en ese oscilar de balancines que de seguro inclinará la vara hacia la racionalidad y no precisamente por una mayor cantidad de lastre en uno de sus platillos: Un compromiso pactado de una lista selecta hecha no de forma gratuita o de manera antojadiza, sino bajo un criterio honesto y profesional de un compra-pleitos, como la pequeña lista que precisamente el periodista Gorriti señala en su post y que obviamente pecará de exigua porque la honestidad abunda y solo está a la espera de que se le de la oportunidad de desinhibirse una vez que tengan también al frente a alguien que secundará sus propósitos de honestidad y no los marginará y pondrá una espada en la nuca a causa de ello.
Casos como el del GEIN y la captura de Abimael Guzmán que fue sin dudas el puntal que dio fin al estado de violencia que por veinte años asoló el país, y otros, no pueden pasar desapercibidas para Gorriti, y sacar como conclusión primordial que si bien son importantes la asignación de partidas presupuestales más acordes con la dificultad de los problemas que nos asedian como sociedad, lo son más la capacidad, el compromiso, la experiencia y esa pizca de integridad que haga de un grupo de trabajo una sola dirección en la búsqueda de un objetivo. Todos sabemos la historia de este grupo de inteligencia, austero hasta los codos, prácticamente desterrados en el lugar más inhóspito de la estación policial de la avenida España despectivamente denominado "El gallinero", mal vistos por muchos de sus camaradas de trabajo por su empeño y tesón quienes los llamaban los cazafantasmas, y sin embargo con un legado inolvidable de entrega y valentía cuya enseña en definitiva habrá que recuperar si pretendemos éxito en la campaña que se inicia.
Así como los bravos policías del GEIN, la nota reivindica otros nombres que con más mística que pompa; más compromiso que recursos; han marcado historia reciente y no tan reciente en las páginas relevantes de la historia policial peruana. Como el caso del entonces coronel PIP Froylán Palacios que en los años 80 logró, con recursos austeros, desactivar a casi todas las bandas de secuestradores que como una epidemia comenzara entonces a sembrar el pánico en la población, hasta que como no, fuera pasado al retiro por Montesinos al inicio del gobierno de Fujimori en 1990.
Otros casos más recientes son según la nota, los de el general Eduardo Arteta, organizador de la policía comunitaria en Trujillo sede de uno de los principales índices de inseguridad ciudadana, cuya labor fue truncada al ser destituido luego de varios intentos infructuosos que fueron impedidos por la población, y enviado a Tumbes y no precisamente para dar solución a un tipo de problemas similar que si necesitaba una ciudad como Trujillo.
Los casos de los pases al retiro de generales como Edwin Palomino y Mauro Medina que de forma destacada cumplieron una labor para la que fueron formados y asignados y de forma descarada se les hiciera a un lado merecen un aparte y nos invita a creer que hay una abierta tendencia a la complicidad o cuando menos a la conformidad, cuando no al suicidio, de las autoridades tradicionales cuando prefieren "guardaespaldas" a amigos, socios y compañeros entre sus cargos de confianza que garanticen un mínimo de probabilidad de éxito de una gestión. No sería descabellado pensar recuperar a la vida activa a estos y otros tantos talentos desperdiciados aunque sea como figuras emblemáticas en lugares clave del ministerio del interior; su experiencia, su jerarquía y sobretodo su ascendencia serviría de motivación y estabilidad a tantos mandos activos cuya honestidad -de darse el caso-, los hará proclives de animadversión de ciertos círculos nada santos conocidos y por conocer en el interior y exterior de ese cuerpo.
Y que mejor para una administración que comienza a no contentarse con un 50 o 60 % de aceptación ante medidas urgentes que reclama el pueblo, e ir por ese 99.9 o 100% con el que auguraría una buena dirección al extremo de intentar dejar un tanto en desuso los mal llamados puestos de confianza que si bien son importantes en la medida que su compromiso de aquiescencia los califique, nunca será en la misma medida que la experiencia profesional y honesta de alguien que con su dedicación pueda aportar y garantizar un resultado también honesto y sobretodo fiable. Remontémonos apenas algunos meses y preguntémonos cual fue la causa del desastre electoral que sufrió el último partido de gobierno. Al margen de que en promedio la conformación de su cartera ministerial fue digamos bastante profesional, el escrutinio fue en definitiva un castigo a la mala decisión de su líder de no saber elegir a la gente que pudiera garantizar el éxito de su gestión y no servirle de mero salvaguarda personal entre su entorno más cercano, claro aquí habría que definir con precisión que es éxito y que factores determinan su logro. Y para alguien que busca popularidad, si es eso lo que busca, tiene que aprender a oír y leer los pensamientos de la gente porque cuando a esta le entra la ojeriza nada hay que la haga cambiar de idea, pero ojo que hay que saber distinguir las reflexiones sanas de los caprichos, antipatías o simples vendettas.
El texto completo de Gustavo Gorriti puede Ud leerlo en el siguiente enlace: Cuando la criminalidad crece, hay un serio problema de corrupción en la policía
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