Nuevo ingreso: Domingo 14 de 2014
Capítulo 1
Fujimori-Montesinos: Padres naturales de la corrupción
Ciudadano Fujimori Inomoto
No es intención de esta historia juzgar los motivos
por los que la familia Fujimori tomó decisiones que en otro contexto hubiesen
sido consideradas punibles, después
de todo, solo se protegían y protegían a los suyos, como lo haría cualquier
ser humano que trataba de huir de los resquicios de una guerra como la Segunda
Guerra Mundial, que evacuó masivamente a muchos ciudadanos japoneses a
distintas partes del planeta, en especial a Sudamérica, en busca de mejores
oportunidades.
Sin embargo, lo que si pretendemos sin ningún
resquicio de duda, es deslindar de ese gajo de historia casual y justificada,
una actitud posterior fraudulenta de una generación subsiguiente de la familia que muy temprano ya como el inicio del
régimen, comenzó a dar muestras de una actitud proclive por el dolo y la
manipulación que, de no ser por actitudes valerosas de periodistas que en los
momentos de mayor coerción de la verdad
y de la propia integridad, supieron aguzar el olfato, allá donde los
indicios de fraude iban hilvanando un estado de cosas ilegal en el poder; y por
una situación sui generis de dominancia basado estrictamente en el manejo de medios, el cohecho y la
dádiva que movía muchedumbres, al no
tener el quórum suficiente en los cuarteles a causa de los episodios de felonía
del novísimo asesor de palacio, las
cosas pudieron tener irreparables consecuencias para el país.
Corría el año de 1993, para entonces una noticia que
de manera casual había llegado a las redacciones de la revista Caretas sobre la
verdadera nacionalidad del entonces presidente de la República Alberto Fujimori
, ya constatada in situ, dormía el sueño de los ‘ njustos’ ante una serie de
causales todavía sensibles en la opinión pública, desde la campaña eleccionaria en la que se hiciera buen uso del tema del
racismo como medio de ganar adherencias, y como define la propia revista;
“ante los callejones sin salida
que parecían surgir al profundizar la indagación… y la incomodidad frente a un
tema que fácilmente puede confundirse como xenofóbico y racista”.
Sin embargo, la actitud creciente de los usos
y abusos del poder que el régimen no se cuidaba en exhibir, con sucesivos actos
de represión como el despojo de la nacionalidad del empresario Baruch Ivcher, entre otros, con la obvia intención de apropiarse de su televisora —los fines, ahora nos son
harto conocidos: la manipulación—, actos que se vinculaban directamente con el
crecimiento desmesurado del poder de su asesor Vladimiro Montesinos Torres, así
como los oportunos nuevos documentos e indicios de la periodista Cecilia Valenzuela,
protagonista de la investigación, hicieron que la historia volviera a cobrar
vida. La actitud inexplicable del padre Alberto Mouchard, párroco de la
Iglesia Santa Ana de los Barrios Altos, quien al enterarse de que las actas de
bautizo del presidente Alberto Fujimori estaban siendo fotografiadas se
abalanzó sobre el fotógrafo hasta lograr arrebatarle la cámara con
violencia —aunque muy previsor, éste, ya había puesto a buen recaudo los negativos—,
sería el acicate que la mantuvo activa en su propósito de develar la historia.
Tampoco podemos dejar de destacar ese grado de
patriotismo que suele aflorar en situaciones de gran amenaza del estado de
derecho al estar de por medio el tema constitucional según el cual, ninguna
persona con nacionalidad extranjera tenía la facultad de postular a la presidencia
de la República, y si bien podían contarse con los dedos de las manos al grupo de
privilegiados medios que mantuvieron su férrea línea editorial a salvo de las
veleidades que otorgaba el régimen, era suficiente para no permitir que aquellos llegaran a extremos
totalitarios como los que todavía subsisten en algunos lugares del planeta. Puede
inferirse por lo tanto que, así como muy temprano afloraban las verdaderas
intenciones del régimen; tanto más temprano se avizoraba también su irremediable
caída en la contundencia de los hallazgos periodísticos y en su tenacidad, pese
al constante hostigamiento de sus esbirros instalados con esos fines en
los predios judiciales.
Borrón y cuento nuevo
Lo primero que salta a la vista de la
investigación periodística es la serie de alteraciones en documentos oficiales
como el libro de bautizos signado con el número 74 y la propia partida de
nacimiento del presidente Alberto Fujimori. El primero, hallado en la parroquia
Santa Ana de los Barrios Altos, en donde fueron inscritos los cuatro hermanos
Fujimori, Juana, Alberto, Pedro y Rosa, que data de 1943. En el folio
121, existe —o existía, después del incidente con el padre Mouchard, el
libro desapareció:
“ un borrón en el espacio
donde se consigna el lugar de nacimiento y una alteración realizada con pluma y
tintas diferentes que dice "Miraflores (Lima)" …
Un dato fundamental hallado es la consignación
de la fecha de nacimiento como el 4 de agosto de 1938 en el acta de bautizo de
la Municipalidad de Miraflores, en lugar de ese tan ‘cohesionante’ 28 de julio,
muy bien utilizado hasta el día de hoy por sus falanges. Según la
investigación, entre 1934 y 1941, la Municipalidad de Lima registraba 33 niseis
como nacidos el 28 de julio, y esto, se dice, era una forma muy noble de
homenajear al país que los acogía, algo muy cultural del pueblo japonés. Un
posterior trámite de la propia Susana Higuchi, ex primera dama de la Nación,
ante el cardenal de entonces Augusto Vargas Alzamora, para que le fuera permitido
ver el acta de bautizo de su ex conyugue —su partida de matrimonio consignaba a
su marido Alberto con los apellidos Fujimori Inomoto y no como Fujimori
Fujimori—, sirvió para certificar una intención dolosa que la iglesia de
entonces consideró como adulteración delictiva, pues si bien son usuales las
correcciones en las actas, estas iban siempre acompañadas de un documento
adjunto para certificar el cambio, lo que no ocurría con el acta en mención.
Lo hallado en el municipio de Miraflores es revelador. En el se
estipula que:
“el 4 de agosto de
1938 don Alberto Fujimori, natural de Japón, domiciliado en la hacienda Carrera
"Valle de Surco", sin número, manifestó un niño nacido la madrugada
del 28 de julio en el domicilio indicado. Que el niño se llama Alberto y es
hijo legítimo del declarante y de doña Mutsué Fujimori de Fujimori. Como
testigos aparecen Bernardo Maita y Oishi Kishimoto”.
Del texto podemos
avizorar ya algunas inconsistencias y mutaciones en los nombres. Primero: la
ficha de extranjería de la madre Matsue Fujimori, consigna como fecha de arribo
al país el año de 1934, y declara estar casada con Naoichi Fujimori (Alberto),
y tener dos hijos menores de 10 años —para el caso de la investigación vendrían
a ser Juana y Alberto, los mayores.
El propio nombre del
padre sufre una serie de modificaciones desde que fuera inscrito en el censo de
extranjeros de 1940 por la Dirección General de Extranjería como Naoichi Minami.
Llegado a Perú en 1919 a los 23 años, Naoichi volvió a Kawachi en la Isla de
Kumamoto, Japón, su lugar de nacimiento, en 1932, para casarse con la joven
Matsue Inomoto (Matsue Fujimori, después del matrimonio), habiendo
previamente sido adoptado por un señor que no tenía descendencia de nombre
Kintaro Fujimori. Meses después volvió solo a Perú para luego retornar el 26 de
enero de 1934 esta vez con la intención de llevar a su familia con él. Según la
ficha de extranjería de Matsue Fujimori, en la cual asegura llegar a Perú con
dos hijos, se desprende que Juana (Hatsumi), la mayor de los hijos, habría
nacido en 1932, luego del matrimonio, y Alberto (Kenyo), habría sido gestado
entre los meses de estadía del padre en Kumamoto, previo a su arribo final al
país el 20 de diciembre de 1934.
Siguiendo el legado de
tachas y más tachas que hacen interesantísimo —por decir menos—, seguir el hilo
de la investigación, aparece otro hecho significativo en una nueva enmendadura,
esta vez en el libro de registros de pasajeros de la nave “Fuijo”, de la
Sección de Vigilancia de Extranjería del Ministerio de Gobierno, en el que
supuestamente llegaron Naoichi Fujimori y su familia. En el no aparecen los
nombres de los viajeros pero si cuatro nombres tachados con plumón negro.
“Por la boca muere el pez”
Otro hecho que se desprende del rompecabezas que resulta de la
investigación, y que involucra directamente al sujeto en estudio, es lo manifestado durante su campaña a la presidencia
en 1990 por el propio Alberto Fujimori, seguramente con un ánimo de resaltar su
origen japonés, rasgo oriental que era causal de su gran popularidad:
"En mi infancia yo
estuve en una escuela japonesa hasta los seis años" (Diario La República
13/4/90), diría entonces el muy
locuaz candidato.
Haciendo cuentas ante la desaparición de los
colegios japoneses en Perú en 1942, decisión tomada por el gobierno peruano en solidaridad
con USA ante del bombardeo de Pearl Harbord, Alberto Fujimori no pudo sino
haber nacido algunos años antes de ese fatídico 1938 para completar los años
que aducía haber estudiado en una escuela japonesa que, de lo contrario,
le resultarían insuficientes. Más se ajusta el 1934 cronológico de la
investigación y por lo tanto crece el margen de irrefutabilidad de los
hallazgos encontrados.
Visto desde el punto de vista del lector, el
producto de esta investigación es muy gráfico y da muy poco margen al
escepticismo ya que su publicación acompaña documentos reveladores, sin
embargo, una forma más certera de llegar a la verdad sería acceder al koseki de
los Minami adonde está registrado todo lo bueno y lo malo de los que conforman
el clan, aunque es más seguro que esta ya no exista producto de algún
bombardeo, y no precisamente aliado, pues Alberto Fujimori vivió largos años en
Japón luego de su fuga del Perú, los suficientes para tomar las “medidas
correctivas” que hubiesen sido necesarios, y los suficientes también para
amalgamar ese ser considerado súbdito, pernicioso para los pedidos de
extradición del Perú.
Un dato importante en esta vorágine de hechos
inexplicables, por decir menos, es un dato que aparece en un documento adjunto a la partida de nacimiento según el cual:
“figura Julia Pacheco
Vega como la obstetriz que firma, certificando el nacimiento del niño Alberto. La señora Pacheco Vega murió…, pero su hija Julia sostiene que su madre nunca
fue obstetriz, que siempre trabajó como obrera en una fábrica en el Callao”.
Epílogo
Mucho se ha hablado de la extraña sumisión del
entonces presidente Alberto Fujimori ante su asesor Montesinos, al extremo de
defenderlo a capa y espada cada vez que las denuncias —nunca pocas—,
aparecían en los medios desde que se supiera su nivel de injerencia en el
gobierno. Sin descartar aquella condición genética propia —de la cual cada
quien es responsable—, que lo ha llevado al estado actual de ver sus derechos
civiles restringidos como consecuencia de un juicio que condenó sus delitos, el
hecho de que el asesor supiese desde un principio un secreto que él hubiera
preferido que nunca se sepa, podría muy bien haber servido para que asentara
esos siempre dubitantes primeros pasos por un sendero del que finalmente jamás
pudo apartarse. Montesinos sabía pues que el presidente no era peruano, y lo
admitió luego de ser capturado, y lo justificó a su modo y conveniencia
asignándole un tinte patriótico. El testimonio de Francisco Loayza, ex jefe de
campaña del entonces ex rector de la Universidad La Molina —y ex miembro del
SIN también, para variar—, que aduce que en los días previos a la segunda
vuelta electoral, el propio Vladimiro Montesinos le confió el secreto, lo dice
todo:
“El chino no es peruano y
eso es peligroso”
Es decir, todo comenzó incluso antes de que se
tuviera certeza precisa de que asumiría la máxima instancia de la República.
Pero espérese un tanto si así lo deduce de
manera apresurada. Que: “El inicio del desliz de Alberto Fujimori fue una acción
de subordinación ante un acto de chantaje, producto de un secreto que
muy tempranamente llegó a oídos del ex asesor”. Hay cosas peores que un
secreto develado o por develarse y en este caso tiene
mucho que ver con las ‘ocupaciones’ que luego de ser expectorado de las Fuerzas
Armadas, realizó Vladimiro Montesinos Torres como abogado, en una de cuyas
lides llegó a parar como defensor del entonces rector de la Universidad Agraria
La Molina, Alberto Fujimori, en una disputa de propiedades, creándose a
partir de entonces un vínculo que hoy muy criollamente conoceríamos como ese
ser “uña y mugre” indisoluble. Pero eso lo verá en la siguiente parte de este capítulo de
la serie: “La ruta de la corrupción en el Perú”.
Escribe: Pedigrí
Este texto ha sido elaborado en base a datos del
artículo “Buscando la cuna de Fujimori” publicado por la revista Caretas en cuyo enlace puede usted
hallar abundantes detalles de la indagación periodística, así como documentos
relevantes que dan soporte a la investigación
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