Todos sabemos el nivel de violencia que se vive hoy en México intensificado a partir del año 2006 cuando en un intento por frenar el rápido avance del tráfico de estupefacientes hacia EE.UU. y la violencia generada por los carteles de la droga al tratar de tomar el control, el gobierno decidió enfrentarlos llevando al ejército al estado de Michoacán, inicialmente, en ese entonces centro de disputa de los carteles por conformar un nuevo cartel.
Las críticas no se dejaron esperar respecto del uso de las fuerzas armadas en este tipo de luchas contra un enemigo que suele camuflarse entre la población civil exponiendo la fragilidad de los DD.HH. en los estratos más vulnerables de la sociedad. Es cierto, y prueba de ello es el alto índice de desapariciones que se dieron lugar en el período que nos tocó hacer frente a sendero. Sin embargo el caso mexicano mostraba una característica distinta con esa facilidad con la que las fuerzas de seguridad eran infiltradas por los carteles. Los narcotraficantes prácticamente partieron en dos a la policía a tal punto que se han sucedido una serie de purgas masivas en su seno los cuales incluyeron a altos oficiales de la policía federal y si a ello le sumamos el grado de ejecuciones y amenazas que pesan sobre estos, se llegó a un punto insostenible en el cual o era una búsqueda aunque traumática por retomar el control, o simplemente dejaban que el caos convirtiera a México en algo peor que un simple país asolado por la violencia. Solo entre diciembre de 2006 y marzo de 2011, las cifras de muertos sobrepasan las 36,000 personas.
Pero no se trata solo de su cercanía al mayor demandante de drogas del mundo el que ha llevado a México a tales extremos de violencia. Ni siquiera fueron los años 80 fecha de inicio del boom de la cocaína cuando el colombiano Pablo Escobar se abrió camino a EE.UU. mediante asociaciones con los traficantes mexicanos; mucho menos las luchas entre carteles generadas tras la detención de Miguel A. Gallardo, uno de los capos del negocio de la cocaína en 1980. Esto data de mucho antes con un proceso de deterioro político cuya permisibilidad y casi aceptación como parte normal de los usos, costumbres y beneficios que trae el poder, crearon un nivel de convivencia con los traficantes que hasta hoy perdura.
Hoy en día las amenazas se han extendido a diversos sectores de la sociedad mexicana, entre ellos al periodismo; un sector de la prensa han sido parametrada por las bandas criminales y con ellos un sector de opinión que prefiere evitar exponerse. Quienes logran decir algo muchas veces tienen que ampararse en el anonimato, una situación más difícil aún de la que nos tocó vivir a nosotros cuyo tinte ideológico era tal vez un grado discriminativo que México no tiene, y la amenaza crece en la medida que los niveles de acceso a armamento moderno que cuentan las huestes de la droga producto también de su cercanía con el principal abastecedor de armas a civiles, los Estados Unidos, desde donde llegan principalmente a través del mercado negro no logra ser controlado.
Los datos brindados a continuación proceden en su totalidad del blog "Todo sobre el narcotráfico en México", en el se detalla a manera de cronología, un proceso de deterioro que en sus instituciones y obviamente sus funcionarios principales ha experimentado la sociedad mexicana desde años anteriores al boom de la cocaína, algo del cual el Perú no está lejano ante el avance vertiginoso del narcotráfico y la facilidad con la que migran de sedes los traficantes cuando se ven amenazados; prueba palpable fue el traslado y repentino crecimiento del cultivo de la coca en el Perú a raíz de la puesta en marcha del Plan Colombia. ´
Hoy somos según datos recientes de la Policía Nacional, proveedores de un 80% de la cocaína que manejan los carteles mexicanos (Perú produjo 304 tons. de cocaína en 2010). El cartel de Sinaloa, el más antiguo y reputado de los carteles mexicanos, ya está aquí cerquita operando en la frontera con Ecuador, y no es un secreto que Fernando Zevallos y "Los norteños" liderados por los Lopez Paredes (o parte de ellos) fueron desde antes de sus respectivas capturas, socios principales de los mexicanos (Lavado de dinero: Anexo 1). Si algo ha contribuido a ese alto grado de violencia que hoy impera en México, es el ímpetu y codicia de las generaciones jóvenes en su intento de "superar" a los obsoletos y sus reglas de "respeto" y "prudencia", eso es una constante en el deterioro de las sociedades y más vale que esto no se instale entre las pandillas de EE.UU. o Perú, entonces nada que no suponga un costo social, podrá controlarlos.
"Es importante señalar que, desde el inicio del negocio de la droga, en los informes oficiales especiales en México y los EE.UU., los más conocidos narcotraficantes en México estuvieron relacionados a políticos de alto rango. Más precisamente, estos políticos eran sospechosos de estar directamente involucrados en el comercio ilegal, e incluso de su control... Controlado, regulado o tolerado por parte de políticos poderosos en los estados del norte, el tráfico de drogas parece haber sido un negocio que se ha desarrollado dentro de la estructura de poder, y los traficantes de drogas no dan la impresión de haber surgido como un grupo de principios sociales autónomos especializados, sino más bien como una nueva clase de forajidos que dependían estrechamente de la política y de la protección policial y a quienes se le prohibió la actividad política, de acuerdo con archivos recientes de EE.UU. y México y de archivos de investigaciones periodísticas..."
"...En los años treinta, la producción de marihuana se podía contar ya en toneladas en estados como Puebla, Guerrero y Tlaxcala, y algunos de los supuestos dueños de los cultivos que viven en la Ciudad de México, como "Lola la Chata", eran sospechosos de estar protegidos por miembros de alto rango de la policía antinarcóticos. Otros estaban en estrecho contacto con el general Jesús García Gutiérrez, quien estaba a cargo de las operaciones militares en el estado".
"...En Coahuila, de acuerdo con el informe de investigación enviada por el agente especial Juan Requena a la Departamento de Salud Pública de México, el traficante de opio más importante, el chino Antonio Wong Yin, era un compadre del gobernador Nazario Ortiz Garza".
"...El Doctor y General José Siurob, Jefe del Departamento de Salud Pública, reconoció en 1937 que los agentes anti-narcóticos eran pagados con la droga que se incautaron. Una vez, dijo, un gobernador envió algunas latas de opio a su oficina, pero cuando se abrieron sólo contenía alquitrán".
"Un escándalo político de proporciones desconocidas estalló en 1947 cuando el general Pablo Macías Valenzuela, ex-Secretario de Guerra y Marina (Defensa Nacional) y el gobernador del estado de Sinaloa (1945-1950), fueron sindicados sospechosos de liderar una red de tráfico de drogas o la protección de los los traficantes de opio. La información fue publicada por los diarios nacionales como Excélsior y El Universal. Según Jesús Lazcano Ochoa, el Procurador General de Sinaloa, en el gobierno de Valenzuela, el gobernador nunca había visto opio en su vida hasta que le mostró algunas muestras confiscadas a los traficantes. El Fiscal General añadió que las acusaciones eran invenciones de sus enemigos políticos, pues también se sospechaba de ser autor intelectual del asesinato de su predecesor, el coronel Rodolfo T. Loaiza (1941-1944), desde el grupo de Lázaro Cárdenas. El escándalo se enfrió después de una reunión privada con el presidente Miguel Alemn, cuando se encontraba de visita oficial en Mazatlán, Sinaloa, seis días después de que apareciera la primera nota en la prensa contra Valenzuela. El gobernador terminó su mandato y se convirtió en el comandante de la 1 ª Zona Militar(1951-1956)".
"...Informes de la Embajada Americana en México para el Departamento de Estado en Washington, comentó (1947, año de fundación de la CIA) sobre los antecedentes poco confiables de la gente puesta a la cabeza de la DFS (Dirección Federal de Seguridad), sospechosos de haber participado o controlado el tráfico de drogas. Entre ellos, el senador (Distrito Federal), el coronel Carlos I. Serrano, verdadero jefe y cerebro detrás de la escena, íntimo amigo del presidente Alemán".
"...Después de 1947, la DFS y la Policía Judicial Federal (Policía Judicial Federal-PJF, en función de la PGR), así como el ejército, se convirtieron, más que antes, en las instituciones responsables de la lucha contra el tráfico ilícito. Imputaciones a los gobernadores se transformaban en autos de acusación contra los miembros de esas instituciones, la protección de los gobernadores de una posible presión política a causa de asuntos de drogas [obligaron] la salida de agentes de la policía y del ejército a asumir las consecuencias de las relaciones peligrosas y estructurales con narcotraficantes"."En cierto modo, esta nueva estructura crea una mediación institucional entre los narcotraficantes y los poderes políticos... Por un lado, el negocio de las drogas creció muy rápidamente durante los años de guerra y no se detiene en las consecuencias. Más agentes sociales pertenecientes a la estructura de poder colocados en posiciones estratégicas donde el negocio estaba en auge tuvieron la posibilidad de obtener beneficios rápidos y fáciles... Pero, por otra parte, agentes de la policía y los militares también tenían la función de evitar que los traficantes de drogas se convierta en totalmente autónomo o tan salvajes como para ir más allá de ciertos límites de la violencia histórica y socialmente tolerada. Mientras que los forajidos eran políticamente controlados, los agentes federales podría conseguir un pedazo de la torta, no tan grande como para ser autónomos ellos mismos, y ciertamente no sin compartir los beneficios con sus superiores en la estructura política. Ésa era la regla a fin de asegurar la impunidad"."...En México, los traficantes de drogas conocidos y famosos en los años treinta, como Enrique Fernández, de Ciudad Juárez, se vieron pronto en comparación con Capone por la prensa. El gobernador interino (1929-1930) de Chihuahua, Luis León (Secretario de Agricultura bajo el gobierno de Calles, y de Industria y Comercio de Ortiz Rubio) le ayudó a salir de la cárcel de las Islas Marías. Algunos dijeron que Fernández hizo pactos con los políticos"."María Dolores Estévez, conocido como "Lola la Chata", fue la más importante traficante de drogas que operó en la Ciudad de México de los años treinta a los años cincuenta. En Huesca (Morelos), el capitán Luis de la Fuente, ex jefe de la Policía Antinarcóticos, fue enviado a la cárcel, acusado de haber robado la droga y de haber protegido a la Chata"."En Baja California, el Dr. Bernardo Bátiz B., Delegado de la Secretaría de Salud, [y] presuntamente funcionarios de alto rango del gobierno local [fueron acusados] de proteger a los traficantes y enviarlos a prisión sólo cuando estos se convirtieron en codiciosos"."En los años cuarenta, Max Cossman, asociado a Harold 'Happy' Meltzer -conectado asimismo a Mickey Cohen, de la banda de Capone, que vivía en California-, fue acusado por el asesinato de Enrique Diarte, un importante traficante de opio que operaba en Tijuana y Mexicali. Según Harry Anslinger, Benjamin "Bugsy" Siegel, del grupo Luciano -de Lansky, y Virginia Hill, negoció con políticos mexicanos la financiación de cultivo de la adormidera en la parte noroeste del país"."Ernesto Fonseca Carrillo, acusado en el asesinato de Camarena (el agente DEA asesinado en el sonado caso de la Operación Condor), comenzó su carrera en el trafico de los años cincuenta. En los años sesenta, Eduardo Fernández, Pedro Avilés y Jorge Favela, fueron incluidos en una lista grande de los traficantes de Sinaloa mencionó en la prensa. En los años posteriores a la guerra, los traficantes de Sinaloa, se convirtieron definitivamente en el más importante del país. Empezaron con el contrabando de opio, y continuó con la marihuana, la cocaína y las metanfetaminas, en función de la demanda".
Sinaloa: un caso paradigmático"Por muchas razones, el estado de Sinaloa se ha convertido en un caso paradigmático en el estudio del tráfico de drogas en México. Articulado desde finales del siglo XIX a la economía de California y Arizona en los EE.UU., el opio producido en ese estado siguió la misma ruta que determinados productos agrícolas que se exporta a través del ferrocarril del Pacífico. Inmigrantes chinos y los productores y comerciantes locales, principalmente pero no exclusivamente desde las montañas de Badiraguato (una división municipal del estado de Sinaloa) se transporten sus mercancías a las ciudades fronterizas de Nogales, Mexicali y Tijuana"."...Hubo un proceso temprano de la "naturalización" del tráfico de drogas en algunas regiones de México. Cualquiera podía ser un traficante. Un hermano, un primo, un amigo, un vecino, un amigo de un amigo. En las zonas rurales con poca gente en los pueblos es muy fácil saber que las plantas de cultivo eran ilegales. Necesitaban culturas jurídicas para sobrevivir, e ilegales para vivir una vida mejor. Una razón importante e interesante para aceptar la coexistencia con los traficantes era la falta de uso y abuso de drogas, especialmente de opio y sus derivados. Ellos producen para el mercado extranjero, no para el consumo local, excepto tal vez para la marihuana que se utilizaba para fines médicos o de recreo"."...en los años cincuenta, la prensa en Culiacán, nombró a la ciudad de Sinaloa, "un nuevo Chicago con gángsters en sandalias" [en referencia a los campesinos instalados en las periferias para comercializar el opio]. El negocio había crecido y así tuvo la violencia asociada con ella. Los enfrentamientos en las zonas urbanas eran en espacios específicos entre los traficantes o contra la policía. En general, las personas inocentes no fueron tocados. No era una violencia ciega"."...En 1951, el director del periódico que publicó las editoriales solicitando a las Naciones Unidas permiso para cultivar amapola en Sinaloa, fue nombrado Fiscal General de Sinaloa. Una paradoja de hecho, y un claro ejemplo de los diferentes niveles de percepción de la política de drogas oficial diseñado por el gobierno federal. También fue un ejemplo de un grado mayor de tolerancia y del pragmatismo de importantes grupos sociales en Sinaloa, que conocían de primera mano el sentido de los negocios ilegales para la economía local"."...El tráfico de drogas por vía aerea -la mayoría de opio- era tan intenso [en los años cincuenta] que el Ministro de Comunicaciones y Obras Públicas decidió suspender los vuelos comerciales en algunos aeropuertos en Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango en 1953, y cerró la Escuela de Aviación en Culiacán. Un ex piloto e instructor de vuelo en ese momento reconoció haber transportado opio en su avión con mucha frecuencia, sin embargo, dijo, las compañías aéreas nacionales (Aeronaves de México) lo había hecho a una escala más grande".
La marihuana y una nueva generación de traficantes"Sinaloa ocupó el primer lugar también en marihuana. Las cifras eran impresionantes en los años sesenta. La demanda de soldados y estudiantes estadounidenses por las drogas tuvieron un efecto inmediato en términos de la oferta mexicana. En 1966, la PGR informó de la destrucción, en 45 días, de tres mil toneladas de marihuana sólo en Chihuahua y Sinaloa. Según algunos anti-drogas estadounidense de San Diego, 75 o 80 por ciento de la heroína y la casi totalidad de la marihuana introducidos a los EE.UU. vinieron de México"."El auge de la marihuana creaba fortunas más rápido que antes. El número de usuarios y el número de nuevos protagonistas jóvenes y salvajes en el negocio de la droga creció de manera exponencial. Los códigos no escritos se habían roto. El asesinato de oficiales de alto rango de la policía era un signo de los tiempos cambiantes. Los traficantes de drogas sospechosos de la muerte del jefe de la Policía Judicial en Sinaloa en 1969, negaron las acusaciones y culparon a los traficantes menores que no respetaban las viejas reglas del juego (es decir, a no meterse con una jerarquía más alta de las fuerzas policiales y de no utilizar la ciudad como campo de batalla). Ellos usaron ametralladoras M-1 y pistolas"."Una nueva generación estaba surgiendo tratando de imponer su propia ley. Décadas de tráfico de drogas y de generaciones de traficantes habían producido una nueva generación de jugadores más fuerte, más ricos y poderosos en una edad más temprana que sus antepasados. Más seguros de sí mismos, [algo] que no ocultaban, se trasladaron a medios nuevos y respetados y barrios de clase; conducían autos con placas de Estados Unidos y había muchos partidos donde la tambora, la música regional, jugaba para el día, estaban orgullosos de ser traficantes de droga".
"En cuanto al resto de la sociedad, su actitud era una mezcla de asombro, miedo, admiración y respeto. Si la violencia no los tocaba directamente, no estaban particularmente preocupados y no tenía el juicio moral explícito y público contra la forma de vida o de negocios de los traficantes".
continuará...
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